Esta tarde se ha inaugurado la exposición “El peso de la primera memoria”, en la Koldo Mitxelena en la que se van a poder contemplar 152 obras de Néstor Basterretxea y que permanecerá abierta hasta el 14 de febrero de 2015. Algunas de las piezas nunca han sido expuestas y otras han sido exhibidas en contadas ocasiones, por lo tanto, nos encontramos ante una oportunidad única de disfrutar de un Nestor Basterretxea desconocido.
Cuatro meses antes de su muerte, Néstor Basterretxea comenzó a preparar esta exposición junto a Xabier Sáez de Gorbea, comisario de la muestra. En ella querían mostrar al artista “más íntimo y dramático”.
Basterretxea tuvo que dejar su tierra a los 12 años y estuvo 17 años exiliado en Francia y Argentina. Esos años dejaron una huella muy importante en él y eso se ha ido viendo a lo largo muchas de sus obras como pueden ser los catorce óleos que componen un Vía Crucis de 1950 que hasta ahora sólo se había exhibido en Buenos Aires, obras oscuras que remiten a Gutiérrez Solana. Las vivencias impuestas por la Guerra Civil le marcaron:
“17 años de exilio y un muy zurrado viaje…”
“Siempre había un tinte oscuro en mi pintura porque las circunstancias de la Guerra Civil habían dejado un poso que no era posible, por lo menos entonces, sosegar”
Nestor Basterretxea
En 1942 realizó un pequeño dibujo, “El Alsina”, en el que aparece la cubierta de un barco pequeño en una especie de astillero que realizó justo antes de embarcar rumbo a Argentina. Esta obra se encuentra dentro de la Cronología en la que se pueden disfrutar de 24 obras de las diferentes épocas desde las tempranas a las últimas. Estas piezas abren un recorrido que ratifica a Nestor como un creador multidisciplinar, que en su último año de vida siguió creando y volvió a experimentar y a acercarse con el círculo y la cerámica (estas últimas obras se exponen por primera vez en esta exposición). Lo mismo ocurre con sus fotografías experimentales, que comenzó con el grupo Gaur a principios de los 60, en las que de nuevo están presentes las formas circulares.
El círculo también está en la Sala 6 de esta exposición, bajo el epígrafe “La otra cara y el espesor del círculo”, en la que se pueden disfrutar de tres de las esculturas de hierro pintado que tenía en su casería de Hondarribi.
“… me he dado cuenta de que un círculo es con lo que empecé a hacer escultura, grabando, después haciendo, o sea, que volví sin darme cuenta al principio”
Nestor Basterretxea
Entre lo más conocido podemos ver sus cuadros sobre el bombardeo de Gernika, además de su Cosmogonía Vasca, de la que se muestran las pequeñas esculturas que precedieron a las expuestas en el Museo Bellas Artes de Bilbao. Y entre lo más íntimo, un dibujo a lápiz de unas flores que dedicó a su mujer, María Isabel Irurzun, con motivo del día de los enamorados de 2011, cuando cumplían ya casi 60 años de matrimonio.
A todas las piezas de las que he hablado hay que añadir los dibujos y bocetos que desarrolló y creó para las pinturas murales de la basílica de Aranzazu, las proyecciones de dos de sus películas “Ama-Lur” y “Operación H”, las maquetas y mobiliario que diseñó para la empresa Biok y una serie de esculturas.
La mayoría de las piezas expuestas las guardaba el escultor en su casa, en el caserío Irdumendieta de Hondarribia, donde vivió sus últimas décadas y donde trabajó hasta el final de sus días.

Yo he tenido el privilegio de verla y disfrutarla. Y, sinceramente, os invito a todos a pasaros por la Koldo Mitxelena porque es una oportunidad única para conocer a un Nestor Basterretxea desconocido, multidisciplinar e incansable que trabajó de manera compulsiva durante toda su vida y nos ha dejado un legado como el que se puede ver en esta exposición o por lo menos una parte, ya que es extensísimo.








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